EL CIELO Y EL INFIERNO – EL EQUILIBRIO UNIVERSAL
Aunque el trascender es la mayor ambición del ser humano, ignoramos que lograrlo esta indefectiblemente atado a lo que somos en el día a día de nuestra realidad.
Trascender es un nivel de la conciencia humana, todos los seres trascienden, pero solo nosotros tenemos la capacidad de tener conciencia de ello, lo que nos convierte en privilegiados en el un universo.
Para la mayoría la idea de trascender está en espacios irreales, abstractos, indefinidos relacionados con el bien y el mal, el cielo y el infierno. Esta idea convierte nuestra conciencia en un terreno donde sembramos nuestras acciones de una realidad concreta, en niveles de una aspiración mística alejada de nosotros, pero al final salvadora.
La necesidad de existir más allá de la muerte.
La humanidad ha tenido a lo largo de su historia la necesidad de trascender, se plantea en la resurrección, en la reencarnación, en el cielo, en la luz. Siempre se ha ubicado el trascender con el mayor anhelo del hombre, y con él el miedo a morir o mejor a desaparecer como seres existenciales.
En algunas sociedades se plantean incluso formulas precisas de cómo hacerlo, y desde niños se nos insiste, que a lo largo de nuestra vida debemos hacer tres cosas: Sembrar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Si se miran estos hechos son actos de que podrían en un momento dado permitir que se nos recuerde más allá de la muerte física. Por regla general los árboles, los libros y los hijos nos sobreviven, y prolongaran nuestra existencia en el referente de quién lo plantó, quién lo escribió y cuál es tu apellido. Sembramos para trascender, para ser recordados, para ser amados indefinidamente, más allá de nuestra existencia material. Podemos hacerlo en la luz o en la oscuridad.
Jesús fue un hombre santo, de quien dos mil años después seguimos hablando por sus acciones de generosidad y amor, su trascender esta en la luz como fuente universal y por ello nunca desaparecerá del imaginario social, estará vivo en el nivel más alto de la consciencia. Se hizo luz. Recordemos que todos venimos de la luz y por nuestras acciones podemos regresar a ella.
Otras personas como Pablo Escobar, Charles Manson, Alphonse Gabriel Capone (Al capone), Cayo Julio César Augusto Germánico, también conocido como Cayo César o Calígula, Adolf Hitler, trascienden en la oscuridad, se mantienen con nosotros en un pensamiento de dolor, de daño, de sufrimiento. Se trasciende por el amor o el dolor que entregamos, es energía que vibra infinitamente en el universo.
El CIELO y el INFIERNO lugares en la tierra.
Resulta entonces, que el cielo y el infierno no son lugares extraterrestres llenos de alegría o fuego eterno, son niveles de la conciencia humana que trasciende. Quien en su vida entregó amor con generosidad, sin esperar nada a cambio y sin saber a quién, mantendrán un espíritu joven que vivirá para siempre como la energía que vibra en el universo y que entrega felicidad. Quien no entrega de su vida, nada recibirá y con su muerte terrenal también sobrevendrá su muerte espiritual, será energía que no vibra, es la luz que se apaga.
Quien en su vida entregó dolor y sufrimiento, trascenderá en energía universal que vibra en esa dimensión de la conciencia, estará eternamente en la oscuridad y solo evocará el dolor y frustración que entrego y jamás alcanzará la luz. Su nombre será negado y su presencia rechazada, no encontrará jamás un lugar en el universo, porque sus acciones en su vida terrenal no sembraron buena semilla, ni en tierra fértil. Es a quien da vergüenza su recuerdo, su descendencia negará sus vínculos y su nombre será sinónimo de las sombras.
Las LEYES UNIVERSALES nos mantienen en equilibrio.
No olvidemos que en nuestra esencia del equilibrio universal estamos compuestos de luz y oscuridad, la elección de nuestro camino y las acciones de nuestra vida son las únicas que determinan, si es la generosidad y el amor o el ego, lo que guía nuestra mano. Con las primeras entregamos, con el ego lo dejamos todo para nosotros.
Toda la existencia está basada en leyes universales, las que para nosotros como seres humanos nos llevan a ser consecuentes, es decir, podemos encontrar en nuestro camino la estricta proporción de lo qué entregamos. Las leyes universales hacen que lo recibimos sea lo que merecemos. El universo es dimensional e integral, nosotros actuamos de forma lineal, por eso casi siempre nos encontramos desconectados de la energía y apartados de la luz, pedimos, pero no sabemos cómo, esperamos, pero no sabemos qué. Todo esta allí esperando que nos conectemos.
Cuando entendemos que el universo es perfecto, que sus leyes son perfectas, que lo que ocurre es perfecto, en ese momento igualmente entendemos que nada ni nadie está a nuestro lado por casualidad, que solo el ego nos impide ver lo que cada uno nos entrega y las consecuencias de nuestras acciones. Las palabras llenan los espacios de ruido, las acciones transforman nuestra existencia. Cree en lo que la gente hace y busquemos cada segundo de nuestra vida integrarnos a las leyes universales, estando allí la felicidad no es un momento sino un estado permanente.
Tenemos muchos pensamientos, en cada segundo, en cada minuto, cada hora, todos los días, hagamos que uno de ellos sea lo suficientemente positivo para que una de nuestras acciones del día cambie nuestra existencia. La más pequeña acción de amor trae como consecuencia que nuestros sueños sean una realidad del día a día. No des monedas, porque el universo el devolverá monedas. Entreguemos de lo que necesitemos, sin juicios, sin importar a quien. Será una vibración universal de consecuencias. Tampoco esperemos un resultado concreto para nosotros como consecuencia de nuestras acciones de amor. Amar es entregar sin esperar nada a cambio. Toda la felicidad vendrá a nuestra vida si logramos la felicidad de otros, sin importar quién.
Todos los días al levantarnos dediquemos 49 segundos para respirar profundamente e inspirarnos en una acción de generosidad con el universo, 49 segundos en sentir la vida, 49 segundos para convertir nuestros sueños en acciones. Siembra 49 granos de trigo en tierra fértil y tendrás tanto que podrás hacer feliz a 49 millones de personas. La felicidad está ahí, esperando que recojas tu cosecha, no pases con la mirada tan alta que te impida observar donde pisas.
Mientras asumimos todas las cargas que traerá este día, miremos un segundo al horizonte y permitámonos entender que el universo es lo suficientemente infinito como para ocuparnos en situaciones que nos mortifican, nos agobian, nos hacen sentir incómodos con nosotros mismos. Tomemos toda la energía positiva que nos trae la existencia y hagamos que ella vibre hoy a nuestro favor, en la noche sonreiremos al sentir y vivir todas las consecuencias que se produjeron por esa pequeña acción de generosidad con nosotros mismos. Estamos para ser felices, no cambiemos nuestro destino.
Somos los únicos dueños de lo que nos ocurre.
Lo que nos ocurre en nuestra vida y la manera como asumamos nuestras acciones, son la evidencia de nuestros verdaderos sentimientos. Juzgar a las personas por los hechos y no por sus acciones muestra una condición reactiva que impide ver la realidad y nos hace asumir causas como si fueran consecuencias.
Cuando abres tus manos y de ellas vuelan esos apegos que bajo disfraces hicieron daño, has empezado a liberar tu corazón del ego y a asumir tus acciones como energías universales transformadoras.
Entender nuestras reacciones, es tan complejo como entender nuestra propia existencia. El amor nunca causa daños a otra persona u otro ser. Cuando ello ocurre estamos en el mundo del ego, donde pretendemos tener todo para nosotros sin considerar lo que podemos causar. El perdón solo puede ocurrir si nuestro corazón es capaz de abrir las puertas sin esperar nada a cambio.
Somos los dueños de nuestra vida, la felicidad la construimos o la ignoramos. Somos nosotros quienes decidimos estamos tristes, preocupados, angustiados, si queremos el dolor como nuestro trascender en el nivel de nuestra conciencia, decidimos si vamos a vivir en los apegos a las personas o las cosas o si caminamos hacía la luz.
EL SECRETO de cómo producir UN MILAGRO.
Los milagros, por lo que tanto abogamos y pagamos penitencias, existen como una parte de la luz que existe en nuestro ser, no están fuera de nosotros, no provienen de otros. Los milagros son las consecuencias de nuestras acciones de amor para con los demás, de nuestra generosidad sin importar a quien, sin esperar recompensa o salvación. El milagro se produce cuando nuestra conciencia ha entrado en el nivel de comprender la esencia y vivir en ella. La esencia es la acción de generosidad, amor y perdón que no se da por un momento, ni a una persona. Es la acción que se impregna en nuestro ser, que recorre cada segundo nuestra sangre, que brilla en nuestra aura, que da luz a nuestra mirada y que abre el camino a todas las consecuencias positivas del universo. Si nuestras acciones son lineales, así sean de amor, no esperamos un milagro.
Cada día al levantarnos hagamos que la luz sea parte de nuestra existencia, cada acción que realicemos llevémosla a la conciencia de la esencia, como lo cotidiano, como la vida misma, al mirarnos al espejo, al enjuagarnos la boca, al ducharnos, al escoger nuestra ropa, al tomar el desayuno, que todo tenga un propósito con nosotros mismos y con nuestros semejantes. Sin que ello implique en que nos convirtamos en monjes, seremos nosotros mismos, pero en el camino de la luz integrados con las dimensiones de la energía universal.
Hagamos que el agua, la comida, los vestidos y todo lo que entre en nuestra vida se impregne de vibraciones positivas. Si maldigo porque el agua de la ducha esta fría, impregno vibraciones negativas a un elemento con el cual pretendo quitar toda la mugre que llevo encima, es decir, es pretender lavarnos con lodo existencial.