SOMOS LO QUE DECIDIMOS SER
SOMOS LO QUE DECIDIMOS SER
El reto de vivir y no morir en el intento:
Los momentos de la vida actual implican complejidades que en ocasiones nos conducen a verdaderos vacíos existenciales, donde finalmente terminamos sin saber qué queremos, cómo queremos, dónde queremos, y empezamos a buscar salvavidas en cualquier lugar, a toda costa y a cualquier costo.
Los vacíos en nuestra existencia se producen esencialmente por la consideración individualista del mundo de hoy, donde la importancia esta en la forma, en lo que se representa y no en la esencia, es decir, en los que somos integralmente, bajo el equilibrio universal.
El desequilibrio nos hace sentir una angustia interior que no nos permite pensar racionalmente, que nos conduce a las reacciones y con ello a apegos y falencias. Esperamos en cada momento y de todo momento que ocurra algo por lo cual no hemos generado ninguna causa, creamos verdaderas corazas de amor y dolor y terminamos creyéndonos víctimas de cuanto ocurre y no ocurre a nuestro alrededor.
Esta es una condición a la que llegamos por nuestras decisiones de momentos anteriores, y por las cuales nos flagelamos en la culpa, el reproche construyendo un lugar muy parecido al infierno bíblico. Esas erróneas decisiones son cortocircuitos que hacen que nuestra energía vibre de manera negativa y hace aparecer nuestro destino y nuestra realidad como un atolladero cada vez más asfixiante, un sin salida, donde cada una de nuestras acciones se constituyen en saltos al vacío, en el contrasentido de esperar al final una solución milagrosa.
Cuidado con los psicólogos de revista, gurús, chamanes, brujos y todo lo que lleve un adjetivo:
Para salir de la zona de vacío se plantean soluciones mágicas y soluciones prácticas. De las mágicas solo debemos esperar escuchar lo que queremos oír, de las practicas no podemos esperar nada, sino que tenemos que asumir compromisos de acciones para con nosotros mismos. Acá el cuidado que debemos tener es no permitir que a nuestra vida ingresen las energías de la seudociencia, de los psicólogos del chamanismo, de los psiquiatras y psicólogos de revista – gurús del pseudo conocimiento – y de todo aquel que pretenda adentrarse en nuestros sistemas existenciales con las frases perfectas, con las respuestas precisas, todos ellos que llevan finalmente a encontrar, en la facilidad del camino corto, lo que estamos esperando oír para justificar el no hacer nada en la solución del problema que rompe el equilibrio.
Usualmente encontramos discursos que llenan a la vez vacíos psicológicos y espirituales, en una mezcla de manipulación direccionada a motivaciones diferentes a la solución de los problemas que se plantean. Recordemos, y nunca lo olvidemos, cada persona vive la vida de forma única, lo que le ocurre a alguien puede parecerse a lo que nos esta ocurriendo, pero es absolutamente diferente, luego las soluciones son diferentes, y parten de nuestras decisiones. Así como los problemas surgen por nuestras decisiones pasadas, las soluciones surgen por nuestras decisiones presentes. Los psicólogos son un puente parta encontrar la puerta de salida, pero no son la puerta.
El ser humano es cuerpo y psique en integración perfecta.
Empecemos asumiendo que lo primero que debemos equilibrar es nuestro cuerpo material. Estamos constituidos por una confluencia energética que hace que todo funcione. Si miramos nuestro cerebro posee una corteza que esencialmente energética, nuestro sistema muscular es eléctrico, nuestro corazón funciona por fluidos eléctricos y así existen polaridades, resistencias, tensiones, etc. Nuestro primer trabajo es equilibrar nuestro plano energético, el cual puede crear mecanismos que descompensan, sobrecargan, aíslan, o de cualquier forma alteran el equilibrio que debe ocurrir por efecto mismo de nuestra vida. Cuando nacemos traemos lo necesario para estar en el equilibrio y la confluencia con la energía universal, a medida que nos transformamos con el paso de los años vamos colocando talanqueras, filtros, taras, dogmas, tabús y cuanto obstáculo se nos aparece en el entorno. Llevamos una acumulación de energía estática que nos mantiene en permanente exceso de carga, usualmente negativa.
Es importante que no volvamos complejas las cuestiones más elementales de nuestra existencia, las que podemos percibir y entender sin necesidad de intermediarios o salvadores.
Si nos miramos en un espejo vemos una figura corpórea material que se proyecta, es decir, nada nos permite dudar que tenemos un cuerpo físico, igualmente el tener conciencia de vernos al espejo y reconocernos como nuestro yo, nos permite concluir que tenemos algo más que esa figura material corpórea, es decir, que hay una condición psíquica que se desarrolla a partir de esa existencia.
Vale la pena traer esta cita: “Cuando un escarabajo ciego se arrastra sobre una hoja curvada, no se da cuenta de que su camino está curvado; yo he tenido la suerte de darme cuenta de lo que se le pasó al escarabajo.” Así respondió Albert Einstein a su hijo Eduard cuando este le preguntó por qué era tan famoso (1922).
Primer paso, entender de qué estamos hechos y cómo funcionamos:
Todo lo que nos rodea y nosotros mismos estamos formados por átomos y moléculas que son eléctricamente neutros, en cuanto que poseen el mismo número de protones en el núcleo al de electrones alrededor del núcleo. Cuando hablamos presencia de energía estática es por que se presenta una separación permanente entre las cargas positivas y negativas, ya sea porque los electrones se intercambian entre dos materiales por contacto y estos tienden a perderlos cuando tienen los electrones débilmente ligados o a acumularlos, en el fenómeno llamado triboelectricidad. Esta electricidad estática, aunque en apariencia inocua, tiende a generar daños en los componentes electrónicos en especial los dispositivos semiconductores y en otros campos por la ignición de chispas que pueden resultar devastadoras y descargas eléctricas con capacidad de producir daño.
Este breve referente, solo para evidenciar que la física ha probado que el universo y todo lo que lo compone es energía y materia en constante transformación. Einstein fundamenta la teoría de la relatividad en la tesis que la materia se puede transformar en energía y la energía en materia.
En el universo todo fluye, la energía constituye la fuerza de nuestra existencia y nosotros somos quienes tenemos, de forma exclusiva y excluyente, la posibilidad de que esta energía obtenga la vibración positiva que nos mantenga en equilibrio, o colocar los obstáculos para que esta energía asuma una vibración negativa que sobrecargue nuestros sistemas vitales.
La estática y sus consecuencias.
Todas las cosas, todas las personas poseen cargas energéticas en vibración positiva como negativa. Nuestra primera decisión en este sentido es que energía vamos a permitir que ingrese en nuestro ser integral.
En esta decisión debemos asumir las restricciones que la ciencia desarrolla, no es en vano que se nos diga que debemos asumir ciertos comportamientos, por ejemplo, no tener en nuestra habitación aparatos eléctricos, no dormir junto a aparatos celulares, no ingresar a zonas de restricción por radiación, etc. Lo que buscan estas prevenciones es que energía con vibración negativa ingrese a nuestro organismo.
Al igual que los aparatos existen personas con alto grado de vibración negativa, son tan identificables como los celulares o los televisores, son aquellas personas que existen para juzgar a los demás por sus condiciones personales, quienes manifiestan en sus decisiones una evidente envidia, odio, prejuicio, resentimiento, son personas enfermas que se constituyen en verdaderos tóxicos energéticos de quienes debemos asumir decisiones de no permitir que trasmitan esa vibración a nuestra existencia. Como los aparatos debemos apartarnos de ellos, pero en este caso de forma definitiva. Realmente no tenemos por qué asumir el lograr su equilibrio, entre otras cosas, porque ello solo lo logran bajo sus propias decisiones y acciones. Nunca esperemos que una persona tóxica cambie, los que tenemos que cambiar somos nosotros.
La energía de vibración negativa:
Es importante tener en consideración que hay sociedades, colectivos y grupos calificados como enfermos, es decir, existe un imaginario colectivo marcado por energía de vibración negativa. Se respira en el ambiente, prejuicios, envidias, rencor, odio, exclusión, discriminación, muerte, etc.
Uno de los tantos factores que pueden consolidar esta condición social, es el haber sufrido los avatares de una guerra, de la injusticia, de la desigualdad social, de la exclusión, de la discriminación social. En estas sociedades se visibiliza una doble condición de víctima y victimario, dependiendo de que lugar se ocupe en la relación. Son sociedades donde nada es interpretado como positivo, todo es problemático, las pequeñas cosas se convierten en problemas de Estado, una insignificancia conmueve a la sociedad, las grandes tragedias pasan indiferentes. Pensemos no muy lejos, como en estas sociedades un partido de fútbol puede evitar la percepción de una catástrofe natural o social.
La sociedad cambia, cuando yo cambio.
Entonces, esa acumulación de energía nos trae indefectiblemente consecuencias dañinas en nuestra existencia, puede sobrecargarnos y averiar nuestros sistemas orgánicos, creando enfermedades, puede generar chispas de energía que conviertan nuestra vida en una amenaza de explosión permanente, puede llevarnos a descargas energéticas con las que hagamos daño a todo lo que nos rodea, con el agravante, que la mayoría de las ocasiones no percibimos la situación en la real dimensión, porque esta energía estática se presenta como inocua.
Esto realmente no es una novedad, ni corresponde a una consideración científica de la modernidad, desde tiempos inmemoriales el hombre, ha entendido su cuerpo con un sistema de energías que fluyen en armonía con las energías universales, y su principal propósito es mantener en equilibrio individual con el equilibrio universal.
No es fácil, entender cuál es la percepción real que podemos tener de esos campos energéticos, más cuando los medios de comunicación nos llenan de informaciones incompletas, imprecisas o falsas. Lo primero que debemos entender es que para equilibrar nuestra energía no debemos ir a vivir al Tíbet, tampoco convertirnos en monjes, o lograr algún grado de jerarquía en el hinduismo, budismo, cristianismo, judaísmo, o cualquier otro pensamiento teológico. Basta con entender como funcionamos energéticamente en nuestro organismo, aceptando que somos seres únicos, que no nos parecemos a nadie, ni tenemos las energías de nadie diferente a nosotros mismos. Cuando asumimos, al nacer, energía universal toda nuestra existencia implica una permanente transformación energética.
¿El niño de ayer es realmente el adulto de hoy?
Para explicar de una manera más visual este asunto, y debo hacerlo de esta manera porque es el primer paso en la comprensión de nuestra dimensión de energía, pensemos cuando éramos niños de pocos años, busquemos una foto de nuestra infancia para el ejercicio y busquemos una foto de hace unos días. No cabe duda de que esa persona de la foto del niño en ese momento éramos nosotros, pero igualmente es absolutamente evidente que la persona de esa foto no es la misma que la está mirando. Y no es la misma, porque objetivamente no tiene el mismo tamaño corporal, el mismo peso, la misma figura, tampoco esa persona pensaba igual a como pensamos hoy, solo se mantiene el nombre y los referentes externos. Lo que ha ocurrido es que ese ser niño se transformó en lo que somos hoy. La energía se transformó de una persona a otra, pero a la vez en la esencia es la misma, o por lo menos así la percibimos.
Ese proceso de transformación puede generar que nuestros conductores energéticos no sean lo suficientemente fluidos para permitir que la energía viaje a la velocidad que debe hacerlo en nuestro cuerpo, pensemos ello ocurre y se percibe cuando estamos enfermos. Sentimos que estamos con muy bajo voltaje, lentos, pesados, sin ánimo.
Ahora, cuando sentimos que estamos sobrecargados, pesados, agobiados, enfermos, deprimidos, o de cualquier manera no nos sentimos agradables con nosotros mismos, necesariamente hay una causa que está bloqueando nuestros sistemas energéticos y nos coloca en corto circuito, funcionando a medias o muy mal, o nos funde.
Nuestro organismo es perfecto, todo lo que hacemos influye en su funcionamiento, por lo tanto, la primera cuestión es asumir la responsabilidad de lo que llevamos puesto como cuerpo. Y es lo primero porque termina siendo lo más elemental, sino hacemos un diagnóstico existencial de nuestro cuerpo, no podemos empezar a generar un proceso de equilibrio energético interno y externo. Es como cuando tenemos un aparato eléctrico, lo primero que verificamos antes de cualquier otra cosa para establecer su nivel de funcionamiento, es que energía le está llegando sea la correcta y que el aparato tenga las condiciones de elaboración adecuadas para que permita trasformar esa corriente eléctrica. Recordemos que la apariencia del aparato no nos garantiza que funciona correctamente.
No podemos colocarle un voltaje de 220 v a un aparato diseñado para 110v, lo fundimos, y a la inversa no nos funcionará adecuadamente y sufrirá averías. Lo mismo ocurre con nuestro cuerpo, debemos verificar que energía está entrando, si es la suficiente y si nuestro cuerpo esta correctamente funcionando para permitir el fluido y el funcionamiento. Esta alteración implica afectaciones en nuestra existencia.
Parece de Perogrullo, pero la primera revisión que debemos hacer está relacionada con determinar, qué estamos permitiendo que ingrese a nuestro cuerpo. Esto no tiene nada que ver con el establecimiento de una dieta alimenticia equilibrada, tiene que ver es en la conciencia que tenemos de lo que comemos, en sentido integral, todo lo que ingresa nos transforma, es energía que confluye a nuestras necesidades y nos coloca con el voltaje necesario.
La energía que recibimos proviene de múltiples fuentes, la comida, la bebida, lo que tenemos cerca o lejos, las personas con quienes relacionamos, lo que vemos, lo que escuchamos, los momentos, los afectos y todo lo que puede estar directa o indirectamente en nuestra cotidianidad.
Pensemos en cuantos tóxicos permitimos que ingresen en nuestro cuerpo y no tenemos conciencia mínima de ello, una situación cotidiana que nos puede visibilizar este proceso de carga y recarga energética, es cuando abrimos nuestro ser existencial para permitir recibir.
Entonces nuestra primera tarea es estar con la energía correcta, descarguemos toda la estática, pongamos nuestro ser con polo a tierra. Empecemos con la limpieza interna de nuestros circuitos, identifiquemos cada uno de nuestros centros energéticos por nuestra propia experiencia, para ello miremos donde se concentra la mayor parte de nuestra energía. Hay lugares de fácil percepción, nuestro cerebro, nuestro corazón. Para validar esta afirmación, pensemos en que históricamente para liberar la energía que colapsa en estos esenciales centros la medicina ha recurrido a la electricidad en descargas eléctricas el cerebro, e igualmente al musculo cardiaco. La actividad de estos centros se mide con electroencefalogramas y electrocardiogramas.
Existen otros centros evidentes en nuestra condición fisiológica, el estomago y todo el aparato digestivo constituye el centro de transformación de los alimentos en energía, es la gran fabrica de procesamiento, igualmente nuestro sistema reproductor. Empecemos por limpiar esos cuatro grandes centros energéticos de nuestro cuerpo.
El ser, un organismo simplemente complejo
Recordemos que estamos aún en la percepción de nuestro cuerpo, visibilicemos una figura humana en la cual hay cuatro grandes componentes:
- El primero, que permite el ingreso de energía, la trasforma y elimina.
- El segundo, que regula todos los procesos en nuestro cuerpo enviando energía a donde la necesitamos.
- El tercero, que regula el que llamaremos el sistema operativo, decide todo lo que los demás hacen en nuestro organismo.
- Y por último, el que establece condiciones para que el organismo se perpetúe en el tiempo y en el espacio.
Acá estamos evidenciando lo que físicamente podemos ver, percibir y entender, sin entrar en otra dimensión del ser o de la existencia.
Concentrémonos en lo positivo.
Un punto fundamental, es que estos componentes, como los demás, operan de manera armónica, sostenida, coherente y correspondiente unos con otros, y entender este elemental asunto nos permite empezar a trabajar sobre el necesario equilibrio que debe existir entre todo ellos.
Desde el primer instante del día pensemos en positivo. No permitamos que tóxicos entren en contacto con nuestro ser. El pensamiento es la principal fuente de vibración energética.
Cuando nos levantamos, por regla general, lo primero que realizamos es una labor de limpieza de nuestro cuerpo, ello nos hace sentir más livianos, más activos, más capaces, y existe una razón: nos hemos librado de a mugre, sudor, etc. que pesaba sobre nosotros, igualmente la sensación del agua corriendo por nuestro cuerpo de arriba abajo y saliendo por el sifón implica la salida de energía estática represada.
Tomar los alimentos, que sería otra acción mañanera, no solo es un acto de rutina, buenos hábitos, dietas, o de recarga energética para nuestras labores, este acto tan sencillo posee una complejidad superior la cual puede desde muy temprano cargarnos de energías indeseables.
Cuando nos sentamos a la mesa o nos disponemos a tomar alimentos, nuestro organismo reacciona de forma refleja, se liberan jugos gástricos, se activan toda una serie de procesos en el centro de transformación de energía, que sería el sistema digestivo. Igualmente ocurren otras reacciones corporales de mayor importancia, y es que nuestro cerebro dispone las ordenes a todos los sistemas para que permitan el ingreso de energía exterior. Es decir, nuestro organismo desactiva todo un sistema de protección y se abre al mundo exterior permitiendo que todo lo que llegue ingrese sin ningún filtro.
La importancia entonces de este momento está precisamente en que debemos dedicar un exclusivo tiempo para ello, bajo la plena conciencia que nos estamos alimentando, que estamos permitiendo que elementos extraños ingresen a nuestro organismo. Cuando damos la orden de suspender cualquier otra función para dedicarnos de manera exclusiva a permitir el ingreso de alimentos, nuestro organismo interpreta sistémicamente que la acción y desarrolla adecuadamente cada momento del proceso. Recordemos cuantas veces los médicos, las nutricionistas, los terapeutas y hasta nuestras madres nos repetían la necesidad de comer despacio y masticar lo que comíamos, no era en vano aquello que cada mordida 20 masticadas. Nuestras madres no necesitaban un titulo de doctoras en psicología para saber la importancia de este proceso y las consecuencias del mismo.
Así como masticar los alimentos es esencial, condicionar el espacio y el tiempo para ello lo es en mayor medida. Cuando procedemos a ingerir alimentos la orden de nuestro cerebro es de absoluta apertura y eliminación de barreras de protección, lo cual se produce en todo nuestro organismo. Entonces tiene importancia en que lugar tomamos los alimentos, en compañía de quien, y todo el contexto que rodea esta acción tan básica y elemental.
Por alguna razón, la que solo me explico por el horario de los trabajadores, los medios de comunicación y especialmente la televisión programa sus noticieros a la misma hora del desayuno, del almuerzo y de la cena. Si nos disponemos a ingerir alimentos viendo un noticiero, pues simplemente toda esa información negativa ingresa a nuestro organismo como un toxico y envenena nuestros sistemas. Estoy comiendo las tostadas del desayuno, pero a la vez permito que ingrese por mis ojos y oídos, que hubo una masacre, que fueron violados niños, que la corrupción nos carcome y cuanto mensaje negativo, de sangre y de odio se presenta, pues eso igualmente va hace parte de lo que nos ha alimentado, y así estemos ingiriendo lechuga y agua, la cantidad de toxico que ingresa es desastrosa para nuestro equilibrio energético.
Uno no se enferma de lo que no conoce, antes de los años setenta nadie moría de SIDA, y no puede afirmarse que su origen se da en esa época, lo que realmente ocurre es que en los años ochenta y siguientes los laboratorios farmacéuticos promocionan los medicamentos para tratarlo y se vuelve una enfermedad mundial. Esto lo afirmó el premio nobel de medicina de 1993 Richard Robert, en entrevista al diario la Vanguardia el 27 de julio de 2010, en cuanto que muchas de las enfermedades que hoy son crónicas tienen cura. Textualmente afirma: “Pues es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación no para curar sino sólo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo y de una vez para siempre. Y no tiene más que seguir el análisis financiero de la industria farmacológica y comprobará lo que digo.”
Esto lo digo, para que tomemos conciencia de la necesidad que seamos los responsables exclusivos de nuestro equilibrio existencial, si permitimos que toda esa basura publicitaria y noticiosa que nos entrega información de muerte, maldad y banalidad ingrese con las tostadas y la mantequilla en el desayuno, estamos abriendo nuestro cuerpo a tóxicos que terminaran indefectiblemente enfermándonos, al producir energía negativa acumulada en nuestros sistemas.
Hagamos el ejercicio de ver un noticiero, una novela, una película, leer un periódico o una revista, e identifiquemos cuantas veces repite la palabra “cáncer”, que se va ha curar, que se murió, que se va a morir, que se esta luchando, que es el día mundial, que debemos donar, que debemos orar, que lo supero, que es un sobreviviente, que sucumbió luego de una larga o corta lucha, que esto o aquello. La respuesta siempre es muchas veces todos los días, a toda hora, en todos los sitios, de muchas personas y por muchos medios, si esto además se produce cuando tenemos nuestro organismo en modo apertura para alimentarnos, esa palabra ingresa a nuestra programación energética y con los millones de tóxicos que consumimos por estos medios, nos lleva al desequilibrio. No quiere decir, que ignorar una situación nos pone a salvo de ella, simplemente no permitamos que esta información ingrese cuanto estamos alimentando nuestro organismo, cuando nuestro cerebro ha dado la orden de que todo ingrese y se haga parte de nuestra energía. Es una regla mínima, lo esencial debe tener esa condición en nuestra vida, tomemos el tiempo que requerimos para nuestras necesidades, es nuestra vida y debemos administrarla.
Vemos como algo tan aparentemente insignificante como alimentarnos tiene tremenda trascendencia, entonces hagámoslo de forma que solo ingrese energía positiva, dediquemos el tiempo, el lugar, el ánimo, la compañía y lo necesario para esta acción de equilibrio. Si hay algo que añoremos de tiempos menos convulsionados es la siesta luego del almuerzo, nada más reconfortante. Era el tiempo que le entregábamos a nuestro organismo para que procesara energía de forma dedicada y exclusiva. Revisemos cuantas personas que hacen siesta mueren de infarto. Les cito un aparte en una conclusión científica: “Para empezar por echarse una cabezadita por la tarde evita problemas cardiovasculares. En concreto, dormir durante al menos 45 minutos a plena luz del día reduce la presión arterial y el pulso después de un día sometidos a estrés psicológico, tal y como revelaba un artículo dado a conocer en International Journal of Behavioral Medicine.” Citado en la revista Portafolio.com 2007.
Cuidado con lo que deseas.
Como conclusión a este primer apartado, “Dediquemos el tiempo suficiente a nosotros mimos” para administrar nuestros cuatro centros de energía esencial.
La administración implica la conciencia que todas las acciones que desarrollemos están dirigidas a nosotros, por ello la dedicación y cuidado con las decisiones que asumamos, ya que son nuestras y las consecuencias también. Esto en cuanto que es importante comer sano, hacer ejercicio, pensar y hablar positivamente. Las dos primeras corresponden a una ponderación personal, lo segundo debe ser programado en nuestra mente. Somos lo que mentalmente nos proponemos.
Segundo centro de transformación de energía:
Aclarando que el orden no define la importancia, tenemos un segundo centro de transformación y difusión de energía, el cual corresponde a nuestro sistema cardio respiratorio, corazón y pulmones.
A nuestro organismo ingresa en cada momento energía proveniente del oxigeno. La respiración celular es el término utilizado para describir la fase del proceso digestivo en que se descomponen los alimentos para abastecer de energía a las células. Durante la respiración celular, las células utilizan oxígeno para descomponer el azúcar y producir ATP o trifosfato de adenosina. El ATP es la molécula que suministra energía a las células. Los subproductos del proceso son CO2 y agua.
Todos tenemos una idea sobre la importancia que tiene el oxígeno en los seres vivos. Sin embargo, no sabemos mucho de su función en el cuerpo. Primero, el aire que respiramos es 78% nitrógeno y 21% oxígeno. Segundo, un ser humano inhala y exhala alrededor de 16 veces por minuto. Tercero, el oxígeno representa el 65% del cuerpo humano e influye en el 90% de la energía de todo el cuerpo.
Entonces es visible la relación entre el primer y segundo centro de energía, el oxigeno que se trasforma en nuestros pulmones es la principal fuente de energía corporal, y este centro de trasformación es el que hace que esa energía vaya a cada parte de nuestro organismo e igualmente recoja los desechos convertidos en CO2. Cuando una célula necesita energía, rompe un enlace del ATP para formar adenosina difosfato (ADP) y dejar una molécula de fosfato libre. Por el lado contrario, cuando la célula tiene suficiente energía, buscará almacenarla formando ATP a partir del ADP y la molécula de fosfato libre. (tomado de la revista meditip.lat 17.06.18/10.28)
Tercer centro de energía:
Para entender un poco este complejo centro de energía vital, me atrevo a traer un concepto especializado, de lo contrario caería en un campo de la absoluta especulación, que tanto crítico:
“El tejido cerebral es altamente dinámico en términos de actividad eléctrica y demanda de energía. De esta manera, el cerebro es el órgano que consume más energía y usa grandes cantidades de energía metabólica para el proceso de la información, basado únicamente en la participación de dos sustratos: la glucosa y el oxígeno. El mantenimiento de la activad metabólica cerebral es altamente costoso y no existen reservas suficientes para mantener esta alta actividad metabólica. Un incremento en la actividad sináptica interneuronal consume grandes cantidades de energía, un hallazgo que se ha aprovechado en experimentos de imagen de resonancia magnética funcional (iRMf) y tomografía por emisión de positrones (PET)(1)[1].” (tomado de la Revista mexicana de anestesiología Volumen 36, Supl. I, abril – junio 2013, pp s183)
Entonces, es el cerebro la mayor fuente de energía en nuestro organismo, es el conductor, y lo más importante es el administrador de la totalidad del sistema de energía corporal. Nada se mueve sin una decisión cerebral, lo cual no es otra cosa que un impulso de energía.
[1] Karbowski J. Global and regional brain metabolic scaling and its functional consequences. BMC Biol. 2007;5(1):18. 2. Barros LF. Small is fast: astrocytic glucose and lactate metabolism at cellular resolution. 2013;21:1-8.